domingo, 1 de octubre de 2017

El Experimento Tuskegee


En 1932 la sífilis era una epidemia en las comunidades rurales afroamericanas del sur de Estados Unidos. Las autoridades crean un programa especial de tratamiento para esta enfermedad en el Hospital de Tuskegee, el único hospital para personas afro que existía hasta entonces. La sección de enfermedades venéreas del PHS (Servicio Público de Salud) de los Estados Unidos, decide llevar a cabo un estudio sobre la evolución de la sífilis (1932-1972). Esta investigación fue financiada con fondos federales y se planteó como un estudio con personas en relación al curso natural de la enfermedad. Para ello, fueron seleccionados cuatrocientos hombres afroamericanos infectados con sífilis, y doscientos hombres sanos, como grupo control. El objetivo del estudio era comparar la salud y longevidad de la población sifilítica no tratada, con el grupo control, y así observar su evolución. A los sujetos seleccionados para el estudio y que estaban enfermos no se les trató su enfermedad, sin embargo se les ofrecieron algunas ventajas materiales. Además no se les informó acerca de la naturaleza de su enfermedad y sólo se les dijo que tenían la sangre mala (Bad Blood).

Durante el estudio se comprobó que las complicaciones eran mucho más frecuentes en los infectados que en el grupo control, y diez años más tarde, resultó claro que la tasa de mortalidad era dos veces mayor en los pacientes infectados con Sífilis. En el año 1942 se hace extensivo el uso de penicilina. Sin embargo, los pacientes enfermos que participan de estudio de investigación son privados del tratamiento con antibióticos. Más tarde se demostraría que sin el antibiótico la esperanza de vida de la persona infectada se reducía en un 20%.

La investigación continuó sin cambios sustanciales y se publicaron trece artículos en revistas médicas hasta que, en 1972, el periodista J. Heller publicó un artículo sobre este estudio en el New York Times, momento en el que comenzó la polémica sobre la ética de la experimentación en sujetos humanos, y producto de la controversia se vieron obligados a suspender la investigación. La justificación que dieron los investigadores fue que no hacían más que observar el curso natural de la enfermedad, sin ocasionar daño alguno. Los sucesos citados condujeron a la elaboración del reporte Belmont, y al establecimiento del Consejo Nacional para la Investigación Humana y los consejos Institucionales de Revisión de Protocolos de Investigación.

Referencias

1.- Jones, JH. Free Press; New York: 1981. Bad blood: the Tuskegee syphilis experiment.

2.- Reverby SM. More than Fact and Fiction. Cultural Memory and the Tuskegee Syphilis Study. Hastings Center Report. 2001; 31: 22-28.

3.- Brandt AM. Racism and Research: The Case of the Tuskegee Syphilis Study. Hastings Center Report. 1978; 8: 21-29.

4.- Beecher HK. Ethics and Clinical Research. N Engl J Med. 1966; 274: 1354-1360

5- Vanessa Northington Gamble, MD, PhD. Under the Shadow of Tuskegee: African Americans and Health Care. Am J Public Health 1997; 87:1773-1778.

6.- Ralph V. Katz, DMD, MPH, PhDa,*, S. Stephen Kegeles, PhDb, B. Lee Green, PhDc, Nancy R. Kressin, PhDd, Sherman A. James, PhDe, and Cristina Claudio, PhDf. The Tuskegee Legacy Project: history, preliminary scientific findings, and unanticipated societal benefits. 2003 January ; 47(1): 1–19.

7.- Vanessa Northington Gamble, MD, PhD. Under the Shadow of Tuskegee: African Americans and Health Care. American Joumal of Public Health 1773.

8.- Wendy K Mariner, JD LLMMPH. Public Confidence in Public Health Research Ethics. January/February 1997 * Volume 112.

9.- Ralph V. Katz, DMD, MPH, PhDa,*, S. Stephen Kegeles, PhDb, B. Lee Green, PhDc, Nancy R. Kressin, PhDd, Sherman A. James, PhDe, and Cristina Claudio, P.D.. The Tuskegee Legacy Project: history, preliminary scientific findings, and unanticipated societal benefits. Published in final edited form as: Dent Clin North Am. 2003 January ; 47(1): 1–19.

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